viernes, 24 de mayo de 2013

TUS PADRES TE MARCAN, PARA BIEN O PARA MAL

   ¿No os habéis preguntado nunca porque alguien que no hace nada y es un gandul, tienes lo mismo  o más que vosotros, que tal vez sí se seais trabajadores (si lo sois)? Seguramente esto se deba a la suerte de tener unos padres que supieron aprobechar sus oportunidades o tuvieron un golpe de suerte con lo que sea. Tú en parte también obtienes lo que consiguieron tus padres en su día, si te puedes beneficiar.
   
    Para la universidad realicé un trabajo voluntario, pensando en cómo sería una sociedad en el cual cada uno obtuviera sólo lo que puede aportar, como se llevaría a cabo y las consecuencias que tendría.

   Es simplemente  una historia de unas 3 páginas, mi profesor le flipó bastante a las conclusiones que llegué. Pero ya te digo que si sólo te importa tu Iphone o tu único objetivo es vivir del cuento como puedas, ni te molestes en leearla.
   
     No tiene nada que ver con Rap, pero el Rap es crítica social también ¿no?. Pues he aquí mi aportación (puede que en algunos aspectos sea algo infantil):




                 I
  
   Érase una vez , dos niños nacidos el mismo día, a la misma hora, en al misma ciudad. En una sociedad de diferencias, en la cual predominaba lo típico. Los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
   Los dos niños se criaron cada uno con su madre, recibiendo todo el cariño que una madre puede dar, los dos por igual.
      La madre de uno de los niños nacidos, mecía a su hijo con sus dedos con anillos. Heredados de su madre, y ésta de su madre.
     La otra madre mecía a su hijo con sus dedos con durezas, de realizar labores. Las durezas no las  heredó de nadie, pero las labores sí.
   El hijo más afortunado tanto a lo que en términos económicos respecta, fue a un buen, colegio vestía buenas vestimentas, no le faltaba de anda, pero nada es lo que hay de nuevo en esto.
   El hijo menos afortunado tanto a lo que en términos económicos respecta, no fue a la escuela y pronto comenzó a realizar labores, con beneficio poco, pero pocos son los caminos que se podían escoger para realizar un cambio. 
   Llegó un momento que incluso empezó a dar por inútil la cultura, pensaba: ¿en qué puede ayudarme eso para ordeñar a una vaca? Así que tampoco removió nada para intentar hacerse con un libro.
   Pasaron los años sin que él entendiese  aquellos caracteres plasmados sobre un papel. Ni que significaba aquel círculo negro chiquitín, tras el cual, siempre solía a parecer un carácter más grande que el resto.
   Un día de invierno, estos dos niños convertidos ya en jóvenes adolescentes se cruzaron en un estrecho pasillo. Uno vestía uniformado con botones azules, el otro en vez de botones sobre su camisa, se podían observar lamparones.
    El de los botones se dirigió al que para pesar de si mismo, no tenía la suerte de que sus lamparones hubiesen sido ocasionados por comer en cantidad, y de manera brusca. Pronunció:
    -Por Dios, por tus andrajos se podría decir que por tus venas no corre sangre sino mugre.
    Al dicho como andrajoso, la única opción que se le planteó en su cabeza vacía y sin capacidad para elaborar una respuesta irónica, con las cuales se demuestra la inteligencia, fue agachar lo que no le permitió medirse con el personaje de la ofensa. Su cabeza.
    Fue la respuesta más inteligente que pudo elaborar. E intentó cruzar el pasillo sin rozar al uniformado.










             II
   Érase una vez, dos niños nacidos el mismo día, a la misma hoara, en la misma ciudad.       
   Los dos niños se criaron cada uno con su madre, recibiendo todo el cariño que una madre puede dar, los dos por igual
   En una sociedad con ciertas diferencias sociales, pero las cuales se podían romper. El bienestar social era un andamio de obra inestable. Podrías haber nacido allí, más sino luchabas por mantenerte en aquel metro y medio de hierro, podías caer al vacío. Y cualquiera, y digo cualquiera, dependiendo de su posición inicial y dependiendo del sudor gastado, podía alcanzar aquel cacho metal.
   La madre de uno de los niños nacidos, mecía a su hijo con sus dedos con anillos. Anillos conseguidos dado a que estudió una carrera de derecho, pero también se debió su éxito en parte, a ser hija de quien era, la hija de un juez muy respetado que tiró de sus hijos para que su hija estuviese enfrente de su despacho.
   La otra madre mecía a su hijo con sus dedos con durezas, de realizar labores. Limpiaba escaleras, no era mala persona pero más de uno la habría calificado de mediocre. No supo aprovechar las oportunidades que se le brindaban para poder cambiar su destino.
   El hijo más afortunado tanto a lo que en términos económicos respecta, fue a un buen colegio. Vestía buenas ropas y no le faltaba de nada. Jamás vio discutir a sus padres por una situación económica. El dinero crecía en los árboles y al parecer su padre tenía todos aquellos árboles monetizados en su jardín.
    El hijo menos afortunado tanto a lo que en términos económicos respecta, fue a una escuela, no la mejor, pero una escuela. Aprendió que aquel círculo negro chiquitín, tras el cual siempre aparecía un carácter más grande, se llamaba punto. Y tras aprender también lo que eran las comas y ciertas cosas más, observó que el si podría cambiar su destino si aprovechaba las oportunidades que se le brindaban (típica historia de superación). Mientras el otro chico brindaba en ceremonias con copas de champán.
     Un día de invierno, estos dos chicos convertidos ya en jóvenes adolescentes, se cruzaron en un estrecho pasillo.
     Uno vestía uniformado con botones azules, el otro vestía sin uniforme, era tal y como el lo llamaba, ropa. Trozo de tela que sirve para taparse, esa era su función.
    El uniformado se dirigió al in-uniformado y pronunció:
-         Ni me roces con esa mierda de ropa.
  A lo que por consiguiente, el otro chico, sorprendido, levantó una ceja con motivo del desacato. Meses atrás, él ya había llegado a ciertas conclusiones, y se atrevió a contestar:
   -¿Muestras esa arrogancia con afán de demostrarme tu superioridad? ¿ Y de qué superioridad estamos hablando, de qué tus padres tuviesen más suerte que los míos años atrás?
    Puedo llegar a entender que un adulto pretenda presumir ante otro adulto de lo bien que le ha ido la vida. Hipócrita pero lo puedo llegar a entender. Pero tú ¿tú de qué méritos quieres presumir en lo que llevas de vida? Nada, no tienes méritos que atribuirte por ahora. Así que déjame cruzar el pasillo, por favor.  
    
     

III
  Érase una vez un hombre que observó dos veces en diferentes décadas, en el mismo pasillo estrecho, en diferentes  días de invierno, como un joven uniformado ejercía todo el poderío que le fue heredado por ser hijo de, sobre alguien con menos poderío por ser hijo de  . La segunda vez, el desprotegido pudo defenderse mejor que la primera, pero seguía siendo injusto. Y decidió finalmente aportar él, la solución que en ámbitos de oportunidades, creía perfecta.
  Ideó un sistema de organización social con el fin de que aquella situación se volviese a repetir. Cada uno se valdría por sí mismo, recibiendo lo que el pudiese aportar.
 
  Érase una vez, dos niños nacidos el mismo día, a la misma hora, en la misma ciudad. En una sociedad sin diferencias sociales heredadas, pero en la cual a la atmósfera le faltaba algo, algo que anteriormente si hacía presencia.
  La ciudad era gobernada por un hombre, el cual dictó unas leyes:
  
   “Todos los hijos de todos los padres serán retirados del lado de sus padres para educarlos en los mismo colegios, con los mismo libros  y con los mismo uniformes. Independientemente de la posición social de sus padres” 
   “A cada niño le será explotado a fondo su talento y según sea de talentoso, así ocupará una posición en al escala social, de esta mi ciudad.”

   La ley se llevó a cabo, todos los niños fueron apartados de sus padres para que éstos no marcasen parte del futuro de sus hijos, y de su posición social en dicho futuro.  Los niños desconocían la identidad desconocían. Eran internos en los centros de formación.
    Los niños lloraban, gritaban y aunque no conocían la palabra que deseaban chillar, todos los pequeños movían la boca con intención de decir aquella palabra capicua, en ámbito de sílabas,  que muchos de los niños de los de antes pronunciaban como primera palabra. Mamá.
     El objetivo era que los chicos se desarrollasen de la menara más completa posible. Todo su futuro dependerá de cómo sepan desenvolverse en el futuro y de las ideas que ellos mismo desarrollen. Esas ideas marcarán si en su época adulta duermen en cama, en jacuzzi o bajo un puente.
     Sin cenas de Navidades, al cortar las raíces de los árboles monetizados de papá, se cortaban las raíces familiares. Sin amor de madre, sin amor de padre el único amor que podrán desarrollar será hacia su pareja en la época adulta, pero un niño que no ha podido amar a su madre difícilmente podrá amar a nadie.
     Dos de aquellos niños que habían sido internos hace poco,  que habían salido al mundo exterior hace poco,  se cruzaron un día de invierno, en un estrecho pasillo.
     Ambos vestían un uniforme azul. Se tocaron. No se medió palabra, no intercambiaron ninguna frase, nada, no se dijo nada.
      Pero el hombre que dictó las leyes, que por tercera vez estaba allí observando, vio  un reflejo en los ojos de ambos. Una mirada profunda y muta, que emprendía una búsqueda indecisa, a través de los ojos del desconocido, con la esperanza de hallar algo de afecto.    

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